El titular es un homenaje evidente a Extremoduro. Porque sí, Robe y compañía inventaron el micromecenazgo.
Tras unos comienzos en los que la cultura, en especial el patrocinio de la grabación de discos y de giras, y las causas sociales con fines altruistas estaban a la cabeza en el aprovechamiento de las virtudes de las microdonaciones, las plataformas de inversión en crowdfunding han demostrado su eficacia y se han consolidado como un método fiable de obtener financiación para nuevos proyectos.
Por el camino, grandes éxitos y fracasos que han servido de aprendizaje a las empresas mediadoras y han ido puliendo un mercado en el que hubo quien creyó que cualquier idea era susceptible de ser expuesta en una plaza pública en busca de financiación colectiva. La experiencia ha demostrado que no y ha dejado una curiosa lista de proyectos: muchos han salido muy bien parados del experimento y otros tantos suponemos que tuvieron que recurrir al crédito bancario.
Éxitos
El nacimiento del crowdfunding va de la mano de algunos proyectos de desarrollo tecnolóǵico open source. Después, la música fue el sector más visionario a la hora de pensar en sacar provecho de la financiación en masa. Uno de los primeros ejemplos de este tipo de mecenazgo data de 1989 y está protagonizado por la banda de rock Extremoduro.
Aunque no se llamó crowdfunding, el grupo extremeño sentó las bases del modelo de negocio cuando financió la grabación de la maqueta Rock transgresivo, que después se convirtió en el álbum Tú en tu casa, nosotros en la hoguera, con la preventa del álbum entre amigos y familiares vales de 1.000 pesetas canjeables por una futura copia del disco. Robe, Luis ‘von Fanta’ y compañía recaudaron 250.000 pesetas con las que metieron en un estudio de grabación de Madrid.
Casi una década después, los fans del grupo británico Marillion hicieron una colecta para financiar la gira de la banda por Estados Unidos. Resultado: 60.000 euros recaudados y un tour por USA.
Las redes sociales, las comunidades online y el auge que vive la economía colaborativa en estos momentos han puesto al crowdfunding en el lugar privilegiado en el que se encuentra hoy, donde el movimiento es un éxito en sí mismo. Se calcula que el micromecenazgo movió a nivel internacional más de 48.000 millones de euros en 2014 y generó 270.000 empleos en Estados Unidos. Y subiendo.
Cientos de plataformas han surgido al albor de estas cifras, sitios web especializados o generalistas que acogen la difusión de proyectos culturales, empresariales, sociales, políticos, deportivos e incluso de lo que se conoce en el sector como “proyectos de vida”: por ejemplo, esta chica sin posibles necesita ayuda para estudiar en el extranjero así que pone en marcha su proyecto ‘Viaje por estudios’ en la plataforma Safari Crowdfunding buscando microdonaciones que colaboren con su causa.
Dos casos de éxito recientes. Uno ocupa el sector cinematográfico: el genial cortometraje sueco ‘Kung Fury’, una parodia de las películas ochenteras de acción y de los filmes de artes marciales, nació de una campaña de crowdfunding en el portal Kickstarter a comienzos de 2014. Se consiguieron más de 600.000 euros.
El otro se enmarca en el campo del periodismo. El diario online El Español, promovido por Pedro J. Ramírez, ex director de El Mundo, consiguió recaudar en su campaña de crowdfunding 3.606.000 euros gracias a la participación de más de 5.500 inversiones. En este ejemplo no se trata de donaciones sino de la compra de pequeños paquetes de acciones por parte de inversores (Equity Crowdfunding).
Fracasos
Realmente, hablar de fracasos en el crowdfunding no es el enfoque más adecuado. El lanzamiento a la red de un proyecto es siempre una oportunidad e incluso en los casos en los que no se alcanza el objetivo económico marcado, se consigue a una campaña de promoción más o menos notable, según las herramientas con las que cuente la plataforma y los propios esfuerzos de los organizadores.
Hay veces que la desconfianza del público hacia la idea o una promoción tardía o deficiente del proyecto están detrás del “fracaso” de una idea con potencial. Otras, se trata de la consecuencia lógica de una idea descabellada.
En todos los casos en los que no se alcanza la cifra, tanto si se queda el marcador a cero como si faltan pocos euros para alcanzar la cifra marcada, se respeta el mecanismo de seguridad conocido como pledges: el proyecto se marca como “no conseguido” y el dinero comprometido se devuelven a los backers.
Caso real. ‘All Results Journals’, una revista online para publicar las investigaciones científicas con resultados negativos o erróneos -el 60 % de ellas concluyen así- con el objetivo de apoyar a la comunidad científica a avanzar más rápido. Consiguió casi 3.000 euros de donaciones, una cifra alejada de los 8.000 que se habían marcado. ¿Se puede considerar un fracaso? Como dicen en la campaña de arjournals.com parafraseando a Thomas Edison: “Yo no he fallado. Simplemente he hallado 1000 formas de hacerlo que no funcionan”.
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